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2010/02/18

EL HOMBRE QUE VOLVIO A NACER


Policarpio Flores Apaza

El hombre que volvió a nacer.

Vida, saberes y reflexiones de un amawt’a de Tiwanaku. LA PAZ - BOLIVIA:

Centro de Información para el Desarrollo, 1999, 224 p.RESUMENEl autor en la primera parte del libro nos relata vívidamente su andar desde pequeño hasta que se consagró como yatiri y qulliri; pasó muchos tropiezos y penurias cuando niño, de esta experiencia vital, ha obtenido una comprensión profunda de las cosas y una evidente paz y armonía internas. Somos sino células de un inmenso organismo cósmico, palpitando al unísono con él. El autor lo expresa así:
“nosotros debemos caminar como lo han hecho nuestros abuelos, con el mismo sentimiento, con el mismo pensamiento, escuchando a nuestro corazón, agrandando nuestro espíritu. Hay mucha sabiduría en la naturaleza. Debemos observar a nuestras montañas y ser como ellas, fuertes y con un espíritu bueno que protege a los demás, que abraza a los demás. Debemos escuchar y observar a los ríos y ser como ellos, transparentes, con un corazón limpio, sin esconder nada. Debemos observar las nubes que van junto al viento y dan sombra y lluvia a todos. Debemos aprender del Padre Sol que da calor y vida a todos y permite ver con más claridad todas las cosas. Debemos aprender de la Pachamama que brinda alimento y protege a todos. Debemos aprender del viento que purifica a todos”.
En la segunda parte del libro nos transmite parte de sus vastos conocimientos sobre etnobotánica, medicina natural, agricultura, meteorología empírica y astronomía. Además, rescata ritos, cuentos, leyendas, poemas y oraciones, con los que ilustra los valores aymaras. Nos brinda las claves para establecer un diálogo creativo y armónico entre cultura y naturaleza, que él sintetiza de esta manera:
“El ayllu es la reunión de mucha gente con sentimiento de hermandad; el ayllu incluso es una unión con la Pachamama, las plantas y los animales, y para eso no se necesita ni política ni religión, sólo un corazón grande. Nuestros abuelos tenían un gran corazón, y caminaban con paso seguro porque hablaban con la Pachamama, con las estrellas, con las flores, es por eso que no se equivocaban. ( ... ) Pero ahora la Pachamama está llorando. Los autos, los aviones están contaminando la tierra y el aire, están destruyendo la tierra, y si no escuchamos a las estrellas, al río, a las montañas y a todos esos mensajes de la Pachamama, no vamos a tener nada que comer. Hasta las aves nos están hablando, las flores, los insectos, las plantas. Hoy tenemos que escucharles”.
En la tercera parte del libro, el autor se dirige a sus hermanos y hermanas aymaras, y reflexiona lúcidamente con ellos sobre su situación actual y sus perspectivas. Y dice así:
“Yo exhorto a mis hermanos: cumplamos con nuestras obligaciones rituales y de reciprocidad como lo hacían nuestros padres y abuelos, no permitamos que se pierda nuestro pensamiento, no nos callemos, no nos dejemos amarrar por ninguna institución. ¡Seamos libres!” “Jilatanaka y kullakanaka, la libertad no nos la va a dar nadie: va a nacer de nosotros mismos”.